Laudato Si’ Sobre el cuidado de la Casa común

Por Eduardo Agosta Scarel*

Ecología integral: una nueva manera de pensar que articula la conexión trinitaria de las personas: con Dios, con los otros y con la tierra.

La nueva encíclica del Papa Francisco tiene como núcleo la idea de “ecología integral”, que conecta el cuidado del mundo natural con la justicia por los más pobres y desfavorecidos de la tierra. Solamente a través de una radical transformación de nuestras relaciones con Dios, con nuestro vecino y con el mundo natural, él dice, es que podremos abordar las amenazas que nuestro planeta enfrenta.

El Papa insiste en que la Ciencia es la mejor herramienta mediante la cual poder escuchar el grito de la tierra, mientras que el diálogo y la educación son las dos claves que pueden ayudarnos a “salir de la espiral de autodestrucción en la que nos estamos sumergiendo” (LS163).

El corazón del mensaje del Papa se expresa en la pregunta:
¿Qué tipo de mundo queremos dejar a aquellos que nos sucedan, a los niños que ahora están creciendo? (LS160).

Las respuestas que él sugiere son una llamada profunda a cambios radicales en el orden político, económico, cultural y social, así como de nuestros personales estilos de vida.

El capítulo 1 establece aquellos seis desafíos más graves que enfrenta “nuestra casa común”:

Contaminación, basura y cultura del descarte: “La tierra, nuestro hogar, parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquerías” (LS21).

Cambio climático: El Papa reconoce que “hay un consenso científico muy consistente que indica que nos encontramos ante un preocupante calentamiento del sistema climático” (LS23) y que es “uno de los principales desafíos que enfrenta la humanidad hoy por hoy” pero “muchos de aquellos que poseen más recursos y poder económico o político parecen principalmente más preocupados en enmascarar los problemas o en ocultar los síntomas” (LS25).

La cuestión del agua: Francisco cuestiona que a pesar de que “el acceso al agua potable segura es un derecho humano universal y básico” (LS30), aún poblaciones enteras, y especialmente los niños, enferman y mueren debido al agua contaminada (cf. LS30).

Pérdida de Biodiversidad: Francisco reconoce que “los recursos de la tierra también están siendo depredados a causa de formas inmediatistas de entender la economía y la actividad comercial y productiva…” así, “cada año ve la desaparición de miles de especies de plantas y animales” (LS32), cuyas consecuencias no pueden predecirse dado que todos nosotros, como creaturas vivientes, somos dependientes unos de otros, “todos los seres nos necesitamos unos a otros” (LS42). A menudo, el Papa constata que los intereses económicos transnacionales obstruyen la protección de los ecosistemas.

Deterioro de la calidad de vida humana y degradación social: Los actuales modelos de desarrollo afectan adversamente la calidad de vida de la mayor parte de la humanidad. Francisco advierte que “el crecimiento desmedido y desordenado de muchas ciudades”, con estructuras ineficientes, excesivamente desperdicia energía y agua (LS44).

Inequidad Planetaria: Los problemas ambientales afectan a la gente más vulnerable, a los excluidos, o sea, a una gran porción de la población mundial, no obstante la solución no está en reducir la tasa de natalidad, sino en rechazar “un consumismo selectivo y extremo” (cf. LS50).

“Culpar al aumento de la población y no al consumismo extremo y selectivo de algunos es un modo de no enfrentar los problemas. Se pretende legitimar así el modelo distributivo actual, donde una minoría se cree con el derecho de consumir en una proporción que sería imposible generalizar, porque el planeta no podría ni siquiera contener los residuos de semejante consumo. Además, sabemos que se desperdicia aproximadamente un tercio de los alimentos que se producen… (LS50).

El capítulo 2, titulado “El Evangelio de la Creación”, examina el Antiguo y Nuevo Testamento para mostrar cómo la vida humana se enraíza en nuestras relaciones con Dios, nuestros vecinos y con el mundo creado. “No somos Dios. La Tierra nos precede y nos ha sido dada” (LS67). Debemos reconocer que el pecado rompe estas relaciones primordiales. Hay una necesidad de darnos cuenta de la “tremenda responsabilidad” que tenemos hacia la creación de Dios que nos ha sido dada como custodia, para cuidar y cultivar (cf. LS90).

Establecido el contexto global y las bases teológicas de nuestra sensibilidad creyente sobre el cuidado de la creación, en el capítulo 3, el Papa Francisco explora las variadas y profundas raíces de la crisis ecológica, que tienen una raíz humana:

La tecnología, como creatividad y poder. Si bien ella es capaz de traer progreso hacia un desarrollo sostenible, haciendo más agradable y digna la vida, sin “una ética sólida” (LS105), brinda “a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre toda el conjunto de la humanidad y el mundo entero” (LS104).

Globalización del paradigma tecnocrático: Se trata del dominio de la tecnología sobre los ritmos sociales y naturales a través de la imposición económica convencional. Nada puede escapar a sus lemas: crecimiento o muerte, cada vez más y más aprisa, sin tener en cuenta los ciclos vitales; toda actividad debe desarrollarse a la velocidad de la informática y a escala de grandes máquinas. “La economía acepta sin más los avances tecnológicos en vista del rédito, de la ganancia,… pero “el mercado no puede garantizar un desarrollo integral humano e inclusión social” que es requerido por el auténtico desarrollo sostenible (LS109).

La cultura del descarte: El paradigma económico y tecnocrático está íntimamente ligado a una cultura del descarte, lo cual afecta a los excluidos del paradigma dado que reduce rápidamente las cosas a basura (LS16, LS22, LS43).

Antropocentrismo: Francisco encuentra que la humanidad falla en entender su lugar en el mundo y su relación con la naturaleza. Las relaciones interpersonales y la protección de la vida humana deben ponerse por encima de cualquier razonamiento técnico. Por ello también la preocupación ambiental “es asimismo incompatible con la justificación del aborto” (LS120).

Relativismo práctico: la degradación ambiental y la degradación social son resultado de ver “todo como irrelevante a no ser que sirva a los propios intereses inmediatos” (LS122).

Necesidad de preservar el empleo: La ecología integral que propone Francisco requiere considerar el valor del trabajo de manera que todo el mundo pueda trabajar. Es un “mal negocio para la sociedad” dejar de invertir en las personas para simplemente obtener un mayor rédito inmediato (LS128).

Innovaciones biotecnológicas. El tema de los organismos genéticamente modificados es una “cuestión ambiental compleja” que exige una mirada integral (LS135). Por un lado han ayudado a resolver problemas, pero trae aparejados dificultades tales como la concentración de tierra “en mano de unos pocos”, amenazando a los pequeños productores, la biodiversidad y los ecosistemas (cf. LS134).

El capítulo 4, titulado “una ecología integral”, explora el Nuevo paradigma de la justicia integral ecológica que significa que “Hoy el análisis de los problemas ambientales es inseparable del análisis de los contextos humanos, familiares, laborales, urbanos, y de la relación de cada persona consigo misma, que genera un determinado modo de relacionarse con los demás y con el ambiente” (LS141). Las soluciones deben estar basada en “la opción preferencial por los más pobres de nuestros hermanos y hermanas” (LS158).

El capítulo 5, titulado “algunas líneas de orientación y acción, invita al diálogo. Francisco enfatiza la necesidad de un “debate honesto y abierto, de manera tal que los intereses particulares o las ideologías no afecten al bien común” (LS188).

La Iglesia no pretende establecer cuestionamientos científicos o reemplazar la política, pero puede promover el diálogo sobre la gobernabilidad local y global, sobre la toma transparente de decisiones, sobre el uso sustentable de los recursos naturales, y puede alentar el diálogo respetuoso con otras personas de fe y con el mundo científico.

El capítulo 6 propone educación y espiritualidad ecológica para reorientar el rumbo de la humanidad. El Papa urge a las escuelas, familias, medios de comunicación y las comunidades de fe a ayudar en la reorientación de los hábitos y comportamientos de las personas (cf. LS213). Superar el individualismo, al cambiar los estilos de vida y las opciones de consumo, puede influir en aquellos que ostentan poder político, económico y social, generando cambios significativos en la sociedad (cf. LS206).

Asimismo se enfatiza la figura de San Francisco de Asís como modelo de un cometido apasionado de la protección del mundo, caracterizado por la gratitud y la generosidad, la creatividad y el entusiasmo (cf. LS218). La enseñanza de San Juan de la Cruz sobre la belleza de la creación, obra del Dios Amado, puede ser incentivo de cuidado y fuente de admiración (cf. LS234).

Finalmente el capítulo concluye con dos oraciones que muestran cómo la fe en Dios puede dar forma e inspirar nuestro cuidado por el ambiente (cf. LS 246). Los sacramentos, la Santísima Trinidad, el modelo de la Sagrada Familia, la actitud contemplativa de nuestras espiritualidades tradicionales y nuestra esperanza en la vida eterna, pueden enseñar, motivar y fortalecer en nosotros la capacidad de proteger el mundo natural que Dios nos ha dado.

* Eduardo Agosta Scarel es Doctor de la Universidad de Buenos Aires en Ciencias de la Atmósfera y los Océanos. Es Investigador Adjunto del CONICET en el Equipo de Estudios en Clima, Ambiente y Sociedad de la Facultad de Cs. Fisicomatemáticas e Ingeniería