Por Mariano Rabassa*
Recientemente la concentración de dióxido de carbono ha alcanzado la extraordinaria marca de las 400 partes por millón (ppm), según lo reportado por el Observatorio Mauna Loa de Hawaii (ver detalles en el post anterior). Los primeros registros de mediciones directas de la concentración de C02 en la atmósfera datan de la década de 1950,cuando se registraban concentraciones de alrededor de las 315 ppm. Los niveles actuales no solo son elevados respecto de los observados a mediados del siglo pasado, sino que también son los más altos de los últimos milenios de acuerdo a mediciones indirectas (como por ejemplo la concentración de CO2 en el hielo acumulado en el ártico).
Que la concentración de CO2 haya alcanzado los niveles actuales es preocupante ya que estabilizar dicha concentración en 450 ppm solo aseguraría no exceder el umbral de calentamiento de 2 grados centígrados -respecto de la era pre-industrial- con un 50% de probabilidad. Solo manteniendo el nivel de CO2 por debajo de 400 ppm podemos asegurarnos que el calentamiento no superaría los 2 grados centígrados. Estos umbrales están en constante revisión a medida que los modelos climáticos se perfeccionan. Si bien un aumento de 2 grados centígrados seguramente se traducirá en altos costos a nivel global, principalmente para ciertos ecosistemas y para las personas más vulnerables, parecería que mantener el clima por debajo de esa marca podría evitar una catástrofe.Es tanta la incertidumbre que es difícil predecir qué podría suceder con el sistema climático, y los costos aparejados, si superamos esa marca de 2 grados centígrados.
Las emisiones de CO2 están estrechamente relacionadas con el consumo de energía, aunque la concentración atmosférica puede también fluctuar por causas naturales. La Figura 1 muestra el consumo mundial de energía desde 1972 hasta el 2012 de acuerdo a reportado por el World Development Indicators del Banco Mundial. Lo primero que llama la atención es la tendencia, casi lineal, en el aumento del consumo de energía. El incremento es aproximadamente de un 2% anual. Esta tendencia indica que el consumo de energía a nivel mundial se duplica cada 35 años. El consumo de energía solo se estabilizó durante los shocks petroleros de 1973 y 1979, el desmembramiento de la antigua URSS y la crisis financiera mundial del 2008. Es decir, se necesitó de shocks importantísimos sobre la economía mundial para que el consumo de energía no aumentara.
Si uno desagrega el consumo de energía a nivel mundial (ver Figura 2) se puede observar que durante gran parte del último medio siglo el mayor consumidor de energía del mundo fue los Estados Unidos, aunque desde el 2008 la República Popular China ha tomado el primer lugar. En conjunto estos dos países consumen aproximadamente el 39% de la energía del mundo. Muy por debajo se encuentran la India, Alemania, Japón y Brasil. La Argentina consume relativamente poca energía.
Parte de esto es obvio ya que el tamaño de la población influye sobre el consumo agregado.Aunque en términos de cambio climático lo que realmente importa es el agregado y no los términos per cápita. Es notable el aumento en el consumo de energía en China, especialmente desde el año 2002, lo cual se explica por su crecimiento económico a tasas inusualmente altas.
Ahora bien, cómo se traduce esto en emisiones de CO2. La Figura 3 muestra la evolución de las emisiones de C02 en las últimas décadas. A simple vista resalta la altísima correlación entre esta serie y la de consumo de energía de la Figura 1. En realidad no es tan sorprendente dada la enorme injerencia de los combustibles fósiles en la matriz energética mundial.
Pero antes de llegar a eso vale la pena resaltar que China es hoy en día el mayor emisor de CO2 del mundo y junto a los Estados Unidos son responsables por casi la mitad de las emisiones a nivel mundial.
Las emisiones de CO2 generan un alto costo a nivel global ya que de acuerdo con el IPCC son responsables del cambio climático. Para un economista lo que sucede es bien simple: existe un recurso (en este caso la atmósfera) el cual utilizamos para desechar nuestros residuos (en forma de dióxido de carbono) y no pagamos por ello. No pagar en este contexto quiere decir que al momento de emitir CO2 no tenemos en cuenta el costo social de tal acción. Si pensamos dentro de este marco, el “milagro” del crecimiento de China en las últimas décadas lo estuvo financiando el resto del mundo al permitirle utilizar gratuitamente la atmósfera. Obviamente que los Estados Unidos y el resto de los países de la OECD han venido realizando lo mismo desde mucho antes.
¿Cuál es panorama hacia el futuro? Es difícil de poder decir ya que hay al menos dos factores a tener en cuenta.
En primer lugar la matriz energética podría cambiar, aumentando la participación de las energías de fuentes renovables y la (controvertida) energía nuclear. Sin embargo, en las últimas décadas la participación de las energías renovales y nuclear se ha estancado a nivel mundial en torno al 10% del total (ver Figura 4). Algunos países tienen niveles de consumo de energías alternativas muy elevados, por ejemplo Francia, Noruega y Suecia, donde el consumo de energía de fuentes alternativas alcanza el 40-50% del total. El resto de los países está muy lejos de ellos. Los desarrollos recientes en explotación de yacimientos de hidrocarburos no-convencionales podría limitar el desarrollo de tecnologías más limpias.En particular, China consume mucha energía proveniente de quemar carbón.
En segundo lugar, el panorama futuro podría ser más alentador si se llegara a un acuerdo a nivel mundial para que las emisiones de dióxido de carbono paguen el verdadero costo social. Parece poco probable que este tipo de incentivos se puedan instaurar a nivel mundial en el corto plazo teniendo en cuenta cómo se han desarrollado las últimas Conferencias de las Partes (COP) de la Convención Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático.
Sin embargo, no todo son malas noticias. En el último año las emisiones de CO2 no crecieron a pesar de que el PBI mundial creció alrededor de un 3%. Es decir, es la primera vez en los últimos 50 años en donde las emisiones de CO2 no crecieron sin que el mundo esté atravesando una crisis de gran magnitud y sin que se haya llegado a un acuerdo global vinculante sobre la mitigación de emisiones. Parte de esto se debe a que China ha bajado su tasa de crecimiento económico respecto de los altísimos niveles de las dos últimas décadas. Y fue precisamente China el principal contribuidor a la aceleración de las emisiones en los últimos 10 años (recordar la Figura 3). En realidad lo que pasó es que China redujo el consumo de carbón por primera vez en mucho tiempo. Lo interesante es que esto no se debió a una preocupación del país asiático por el cambio climático, sino lo que incentivó la reducción en el uso de carbón fue el inusitado nivel de polución del aire (smog) en las principales ciudades chinas. En este caso particular, una preocupación ambiental local ha servido para darle un respiro a un problema ambiental global.
Pero el camino que falta por recorrer para asegurarnos que el cambio en la temperatura media del planeta se mantenga dentro de los 2 grados centígrados es todavía muy largo.
*Mariano Rabassa es Doctor en Economía Agrícola y de los Recursos Naturales por la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign. Es investigador de la Universidad Católica Argentina en la Facultad de Cs. Económicas y en el Grupo de Estudios en Clima, Ambiente y Sociedad de la Facultad de Cs. Fisicomatemáticas e Ingeniería.